Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban:
"Este es verdaderamente el Profeta".
Otros decían: "Este es el Mesías".
Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?".
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
…. "Nadie habló jamás como este hombre".
Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita".
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
"¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?".
Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa.
(San Juan 7,40-53)
Tu también, como Jesús, generas lo mismo en tu entorno. Cuando una persona no actúa como el mundo quiere empiezan a hacer conjeturas sobre el. Cuando alguien se convierte y trata de ser mejor, el mundo reacciona y lo juzga sin escucharlo ni comprenderlo. Ni Santa María se salva de las controversias y también ha generado y sigue generando opiniones encontradas , aún entre los cristianos.
Los católicos creemos que Ella fue concebida Inmaculada, fue preservada del pecado por la altísima y única misión que Dios le pedía. Fue la madre de Dios. Estuvo junto a su Hijo en toda su vida y hasta el pié de la Cruz, donde Jesús nos la dio por Madre y nos dio a Ella por hijos. Estuvo con la Iglesia naciente y es Madre de la Iglesia. Y creemos que concluida su vida terrena fue asunta al Cielo en cuerpo y alma y allí coronada por la Santísima Trinidad como Reina y Señora de todo lo creado. Todo eso creemos y enseñamos a quien quiera escucharnos.
Pero te encontrarás a muchos, cristianos también, que debaten y debaten que sí, que no, que donde dice, que donde no dice… Y juzgan a Santa María sin conocerla ni comprenderla, y hablan de Ella como juzgaban y hablaban de Jesús en su época. Y tú, como todos los hijos de Dios, de la Iglesia y de María, sales en su defensa.
Pero te pasará como a Nicodemo. Siempre querrán tener la última palabra y te enrostrarán que "examines las Escrituras", como si todo lo que enseña la Iglesia estuviera reñido con ellas. Como si todo lo que el Espíritu Santo enseña a través de la Iglesia se contradijera a lo que antes hubiera enseñado.
Tú, como Nicodemo, al final, haz silencio. Pues así como se equivocaron aquellos “maestros de la Ley” respecto a la Escritura y sus interpretaciones, se siguen equivocando hoy día quienes no aceptan a Santa María, siempre Virgen, Inmaculada concebida y Madre de Dios, como su Madre.
Haz como Nicodemo. Recuérdales que no deben juzgar a la Madre de Dios, pues eso también está escrito (Mt 7,1-2; Lc 6,36-37), y luego callas y regresas a tu casa. Y allí, en la intimidad de tu habitación, pides por ellos y rezas por ellos: “Dios te salve María, llena eres de gracia…”.